Eduard Melero – Cardona – 19/02/2025
Caza y Control de Plagas: dos acciones con finalidades diferentes
La caza es una actividad ancestral que forma parte del patrimonio cultural y económico de muchas comunidades. Regulada por leyes estrictas y protocolos de gestión de la fauna, la práctica cinegética nace en un contexto donde la experiencia, la tradición y el respeto por la naturaleza se combinan.
Los cazadores no buscan simplemente «matar para matar», sino que viven una experiencia social y rural que a menudo incluye un componente gastronómico importante, ya que la carne de caza es considerada una delicia local. Además, esta actividad también tiene una función esencial en el mantenimiento y equilibrio de las poblaciones animales, previniendo una sobreabundancia que podría alterar la armonía de los ecosistemas.
Hablan de caza cuando no lo es
Sin embargo, últimamente se está produciendo una confusión preocupante: la Administración está promoviendo el control de plagas como si fuera simplemente una extensión de la caza, encargando esta tarea a los cazadores y sin remuneración alguna.
Esta dinámica está desplazando la caza tradicional, haciendo que se perciba como «buena y necesaria» únicamente cuando hay especies que generan conflictos. Esto está alterando la percepción de la población y, al mismo tiempo, limitando cada vez más las opciones de la caza tradicional con más restricciones, burocracia y limitaciones legales.
Los cazadores y los últimos cartuchos
Muchos cazadores se avienen a participar en este juego porque, ante la pérdida de sus opciones de caza habituales, ven en el control de plagas una salida para seguir ejerciendo su pasión. Sin embargo, saben que la caza no es solo matar [La caza no es solo matar]
Otros cazadores, en cambio, asumen esta tarea por compromiso con los propietarios de los terrenos, por respeto a su trabajo, aunque tienen muy claro que la caza y el control de plagas son dos acciones completamente diferentes.
El control de plagas
El control de plagas tiene como objetivo eliminar o reducir las poblaciones de especies que, por su abundancia o comportamiento, provocan daños a la agricultura, amenazan la seguridad vial o generan conflictos con la actividad humana.
Esta intervención se lleva a cabo con una finalidad claramente preventiva y de protección de los intereses económicos y sociales, y se basa en estudios científicos y protocolos que intentan minimizar los riesgos para la biodiversidad y el medio ambiente.
La actividad cinegética
Mientras que la caza se percibe como una actividad de ocio y gestión ambiental, donde la captura de animales forma parte de un conjunto de prácticas y tradiciones, el control de plagas es una medida directa de intervención para resolver un problema concreto.
Así, aunque ambas actividades compartan el elemento del abatimiento de animales, sus objetivos y el contexto en que se realizan son completamente diferentes.
Caza Vs Daños
La legislación vigente también refleja esta doble perspectiva. La caza es una actividad autorizada con periodos específicos, licencias y restricciones que buscan conciliar la tradición con la conservación de la fauna.
En cambio, el control de plagas se plantea como una respuesta inmediata a problemas concretos, priorizando la seguridad agrícola, el tráfico viario e incluso la salud pública.
Por lo tanto, la caza y el control de plagas son dos prácticas con finalidades y contextos radicalmente diferentes. Mezclándolas y difuminando sus límites, se corre el riesgo de eliminar la caza tradicional tal y como ha sido entendida durante siglos.
Es fundamental reconocer y respetar estas diferencias con el fin de garantizar tanto la pervivencia de la cultura cinegética como la correcta gestión de los recursos naturales y la convivencia sostenible con la naturaleza.