La Reserva

Justificar la caza

Daniel Olivera - La Cerdanya -12/06/2019

Isards. Foto Daniel Olivera
Isards del Pirineo Catalán

La historia de la caza

La caza es inherente en el hombre. Es un instinto que se remonta a nuestros orígenes más remotos. En aquellos tiempos, el hombre era un ser frágil, lento y con unas facultades sensoriales poco desarrolladas. Pero su ingenio, el poder para pensar y la habilidad para adaptarse a las circunstancias convertían aquellos primeros homínidos en hábiles cazadores, capaces de abatir presas mucho más potentes que ellos. Estas capacidades estaban al servicio de un poderoso instinto predador. Sin este instinto nuestra especie no habría evolucionado hasta nuestros días, sencillamente hubiera sido eliminada por otros depredadores o competidores más fuertes.

Hoy, después de muchos miles de años de evolución y de convivencia con un entorno natural que hemos ido domesticando, ya no queda casi nada de aquella especie que con gran habilidad sacaba provecho de los animales y plantas de su medio. Pero el instinto ha sobrevivido y ha acompañado al hombre en su viaje por la historia.

La caza es una actividad más del medio natural

El ejercicio de la caza, visto en términos básicos de nuestra supervivencia natural, es difícilmente justificable. Actualmente, sólo en algunos lugares remotos de la Tierra podemos encontrar grupos humanos que basan su actividad en la caza. Incluso, son pocos los pueblos que tienen la caza como una ocupación simultánea a otros medios de obtención de alimentos.

Es por ello que la actividad cinegética ha convertido en un asunto sociopolítico. Una acción regulada, con su normativa y sus límites. Una actividad extractora más, administrativamente hablando, comparable a la extracción de madera de los bosques o la explotación de áridos en los cauces de los ríos. Así pues, si la caza, como actividad, no ha sido suprimida para ser considerada una tarea obsoleta, arcaica e injustificada, es precisamente porque supone una herramienta útil, socialmente aceptada (a pesar del aumento de voces contrarias) y con un importante peso en la administración, la que dedica recursos económicos y humanos.

En definitiva, si queremos buscar una justificación para la actividad cinegética, hay que olvidar los razonamientos primitivos que brotan de nuestros instintos más íntimos. La razón debe buscarse en la relación y el equilibrio entre la especie humana y las poblaciones de las diferentes especies animales de un territorio, lo que no es fácil.

Las especies animales que conocemos como cinegéticas, es decir, aquellas sobre las que recae la presión del aprovechamiento cinegético, han evolucionado paralelamente a los depredadores especializados en su captura. Es bien sabido que, al igual que los predadores dependen de las presas de las que se alimentan, estas a la vez dependen de sus depredadores para mantener las poblaciones en un nivel óptimo y para seguir su camino evolutivo como especie única y diferenciada del resto. La relación predador-presa no es sólo de carácter trófico, si no que también hay una relación referente al comportamiento y apariencia física que se ha convertido a partir de miles de siglos de convivencia. En este sentido, es importante comprender que la presión que reciben las especies "presa" por parte de sus depredadores es, precisamente, lo que conserva los instintos innatos de alerta y huida que caracterizan cada especie y condicionan su aspecto, sus cualidades y su ciclo de vida anual.

cazadores en la nieve. Foto Daniel Olivera
Cazadores

La caza como herramienta de gestión para buscar el equilibrio

Cuando las poblaciones de predadores descienden o, como ha pasado aquí, desaparecen, las consecuencias son negativas tanto para las especies "presa" como para el hábitat que las acoge. Así pues, una especie que pierde sus predadores o "controladores" puede degenerar físicamente e instintivamente. Estos animales ya no necesitan estar constantemente alerta, ni poseer cualidades físicas destinadas a la fuga. Del mismo modo, las poblaciones de estos animales aumentan debido al descenso de las bajas, pero a la vez degeneran porque no hay nada que elimine los animales defectuosos, débiles o enfermos. Finalmente, estas alteraciones contribuyen a una degradación y transformación del medio que las sustenta y las acoge.

Y aquí es donde interviene la actividad cinegética. La falta de depredadores (controladores) naturales trae como consecuencia la responsabilidad del hombre de actuar como tal, de una manera casi exclusiva, a fin de mantener el equilibrio de las poblaciones dentro de los parámetros naturales. Ahora mismo, salvo en casos muy concretos, la única manera de que dispone el hombre de ejercer este papel de predador / controlador es la caza.

En este punto, cuando ya tenemos claro cuál es la justificación de la caza, entendida como el hecho de abatir un animal salvaje mediante alguna de las diversas técnicas de que se dispone, es cuando hay que poner sobre la mesa todos los ingredientes que son fuente de las polémicas que tradicionalmente rodean esta actividad. De opiniones hay tantas como personas. La caza tiene partidarios y detractores, hay cazadores nobles y pistoleros torpes ... en definitiva, es todo un mundo fascinante que despierta pasiones de toda índole y que, ciertamente, tenemos que defender los mismos cazadores porque nadie lo hará por nosotros.

  • Artículo publicado en la revista n º 1 de Cinegeticat-septiembre 2014

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