Florencio A. Markina – Ibon Telletxea 11/03/2016
El pasado febrero, saltaba a los medios de comunicación la propuesta del grupo ecologista Libera –acogida con complicidad por algunos alcaldes de municipios aleñados a Barcelona-, de aplicar métodos de esterilización a los jabalíes de las áreas periurbanas de la capital catalana.
El jabalí ha aprendido a explotar los recursos que le ofrecemos
Ha quedado demostrado en numerosos trabajos que, al igual que otros ungulados, el jabalí ha sufrido un fuerte incremento poblacional en la segunda mitad del siglo XX. Entre las causas de este crecimiento demográfico, encontramos tanto factores extrínsecos como intrínsecos a la propia especie (su propia estrategia reproductiva y su alta capacidad dispersiva, la disminución de sus grandes predadores naturales, la reforestación de muchas zonas agrarias, la agricultura intensiva que favorece su alimentación durante todo el año, unos inviernos temperados que capacitan la supervivencia de muchas de las crías, etc.). El hecho real es que, en la actualidad, el jabalí ocupa prácticamente todo tipo de medios –incluidos los urbanos- y a pesar de que sufre una fuerte presión cinegética –único método, hoy por hoy, eficaz para mantener un cierto control de sus poblaciones-, su tendencia demográfica sigue siendo altamente positiva en muchas áreas peninsulares, lo que ha provocado un incremento notable de la siniestralidad en carretera por atropellos y una excesiva producción de daños a las explotaciones agropecuarias, por no mencionar su impacto sobre la evolución de algunas otras poblaciones animales silvestres.
Especial atención requieren las áreas perirurbanas e incluso, puramente urbanas, de la grandes ciudades, cada vez más ocupadas por los jabalíes, y que, por su singularidad, merecen un especial análisis:
- La expansión de los núcleos urbanos en las últimas décadas ha ocupado áreas naturales habitadas con anterioridad por la fauna silvestre. Los animales estaban ahí primero y nosotros hemos llegado después.
- Las áreas urbanas son, generalmente, zonas de seguridad a efectos de la práctica cinegética, por lo que los animales buscan refugio en ellas huyendo de cazadores y perros.
- La periferia de los núcleos de población ofrecen multitud de recursos alimenticios durante todo el año, sobre todo a especies con un alto espectro trófico como el jabalí.
- La gran afluencia de personas a las zonas periurbanas (anillos verdes de muchas ciudades), impiden un control eficaz de las poblaciones mediante prácticas cinegéticas. Muchos bosques naturales se han convertido en parques urbanos.
Nos encontramos pues con que especies tan versátiles como el jabalí, encuentran en estas zonas alimento y refugio suficiente para garantizar su alta prosperidad demográfica, incluso más que en otro tipo de ecosistemas naturales menos antropizados.
La caza como herramienta de conservación
Partiendo de la base de que, en la actualidad, uno de los métodos más eficaces de control de las poblaciones del jabalí es la actividad cinegética (31% de la mortalidad frente al 12% que provoca la predación natural), nos encontramos con un doble problema: la falta de renuevo generacional de los cazadores, que hace decrecer su número de forma casi constante, y un fuerte rechazo social hacia esta actividad, por parte de colectivos. Sobre todo en el mundo urbano es patente que no se comprende que la caza es una herramienta de gestión esencial de muchas poblaciones cinegéticas, y más, en áreas donde entran en confrontación con otros aprovechamientos humanos. Ambos factores están provocando que, a pesar de que la actividad cinegética ha ganado en eficacia por su mayor tecnificación, sus resultados parecen haberse estabilizado, a pesar de que poblaciones, como las del jabalí, se siguen incrementando.
Por otro lado una intensificación de la presión cinegética sobre el jabalí –cuyo resultado es el rejuvenecimiento de las poblaciones -, provoca un efecto de reacción, de forma que las hembras alcanzan la madurez sexual antes de lo normal –propiciado también por la abundancia de alimento-, y compensan, con creces, esta predación intensiva.
Necesitamos pues llegar a un equilibrio entre la necesidad de extraer animales del medio y el respeto del equilibrio natural de la especie, tanto en lo que se refiere a la razón se sexos, como a la razón de edades.
En este sentido, además, tenemos en contra un equivocada moral –tanto en la sociedad como en los propios cazadores- a la hora de ejercer un control eficaz, ya que contamos con una importante carga de perjuicios a la hora de capturar grupos familiares completos de hembras y rayones. Incluso legislativamente, sigue existiendo una sobreprotección de las crías y de las hembras seguidas de éstas.
Las posibles soluciones pasan por la aplicación de una caza racional y especializada
Ya hemos comentado que la caza, por sí sola, no es capaz de ejercer un control eficaz en áreas donde la abundancia de recursos tróficos y los perjuicios humanos, favorecen crecimientos por encima de la capacidad territorial económica del medio. Es paradójico ver cómo en áreas periurbanas, el control de las poblaciones queda supeditado al uso público, cuando si queremos solucionar un aparente problema de sobreabundancia, debería ser a la inversa.
Por el contrario, es también curioso cómo se propone una esterilización de las jabalinas por métodos químicos (cuyo resultado en la naturaleza es más que dudoso), sin tener en cuenta que, mientras no atajemos los factores que han propiciado esta aparente superpoblación, no conseguiremos resultados satisfactorios. Aunque la población descendiera por una caída de la tasa de natalidad, ante la abundancia de recursos, provocaríamos un efecto de atracción de los animales de la periferia que compensaría este probable descenso químico. ¿Nos planteamos entonces esterilizar a todos los jabalíes de la región… de la Comunidad Autónoma…? Francamente, una actuación inviable.
La solución, a nuestro entender, pasa por un control eficaz de la población, dando preponderancia a la actividad cinegética –incluso de manera profesional- frente al uso público de las áreas periurbanas, acentuando la presión sobre grupos familiares de hembras y crías y respetando, en la medida de lo posible, los ejemplares adultos, de forma que, al menos, una población con un mayor grado de madurez, pasará, en principio más desapercibida ya que dependerá menos de los recursos tróficos de origen humano. Por otro lado es esencial impedir el acceso de los jabalíes a las fuentes de alimentación, bien mediante vallados eléctricos selectivos, bien desviando la atención de los animales hacia otras áreas menos sensibles.
En cualquier caso, parece evidente, que el control de las poblaciones animales pasa por la aceptación de la necesidad de ejercer tal facultad y en ella se debe de implicar a todos, técnicos, cazadores y sociedad civil, dejando al margen la tendencia a la humanización de los problemas animales.
* ARAN SERVICIOS MEDIOAMBIENTALES, SC.